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jueves, 11 de febrero de 2010

LA COCINA DEL RANCHO / Norberto Jaime Nava Monroy


La cocina del rancho de mi abuela sólo era un gran cuarto de oloroso adobe, techada con tejamanil de oyamel, piso de dura tierra, un fogón al centro que se encendía con aquella tea de crujiente ocote. Junto a él un gran metate de piedra negra, donde elaboraban de todo, desde las tortillas nejas hasta los maravillosos bisteces de carne molida. En un rincón, una gran bola de cocido adobe convertida en horno, y junto, un montón de leños para hacerlo funcionar. De igual forma se alumbraba por las noches, con unas teas de ocote que dejaban un exquisito sabor que entraba por la nariz, complaciendo los demás sentidos.

Para un infante como yo, los viajes a ese lugar fueron lograr la esperanza acariciada algún tiempo, y estando ahí todo era gozar: desde el color grisáceo del humo del fogón, como su picante olor que se metía en los llorosos ojos, el melodioso crujir de las llamas en la leña, y lo mejor de todo eso, cuándo recibía una inflada tortilla con sal, o un renegrido jarro de barro donde se alcanzaba apenas a leer el nombre de mi madre, lleno de un especial café de olla, endulzado con piloncillo, y con un pequeño pedazo de carbón apagado con ese líquido.

Después, en la huerta, los mezclados olores de las limas y toronjos, y aquel “huele de noche”, que siempre pagó su estadía con ese tan especial perfume. En la troje, los suaves balidos de las ovejas, o el fiero relincho del bayo lobo, y también el reclamo de la vaca, que necesitaba ser ordeñada, o el canturreo de mi tío Margarito atendiendo sus animales.

Aquel rancho ya no existe, pero ahora que pasaron tantos años, cada vez que por algún motivo me encuentro en un lugar donde se cocinen con leña los alimentos, de in mediato pareciera que adquirieran aquellos encantadores sabores de la cocina de mi abuela. Así mismo, cuándo vuelvo a oír el clac clac clac de la lluvia en algún techo de tejas, de inmediato estoy en aquel rancho, no se diga cuándo veo un rebaño cerca, es el mismo que suave acaricié cuándo niño.

Por eso éstos no son recuerdos, hay lugares y fechas que siempre serán actuales, aunque vivan sólo en tu memoria, están aquí en cuánto tú quieras verlos, acariciarlos, sentirlos o volver a vivirlos.

Sí, son hermosa presencia que estará siempre contigo.


AUTOR: Norberto Jaime Nava Monroy
País: México
Edad: 70 años

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