Me gustaba oir su corazón como relojito toc, toc, toc, toc, compás extraordinario de vida, poco a poco me hundía en su latido, en su cuerpo tibio y maternal como si aún me guardara en su seno.
Era un inmenso sentimiento de paz y seguridad, mi madre como todas las madres, tierna y permisiva me permitía dormir en ocasiones la siesta con ella, me abrazaba y dejaba que pusiera mi oido en su corazón.
La provocaba a que me hablara, le decia: -dime algo mami, quiero escuchar hablar a tu corazón- y me concentraba tanto en el rítmo cardiaco como en la voz vibrante que parecía desdoblarse en ecos profundos. Experimentaba una sensación de desprendimiento y me alejaba flotando en un mundo extraordinario que tenía un mismo compás.
El eco de su voz poco a poco me atraía nuevamente a la realidad cuando ella me apartaba suavemente y procedía con sus labores hogareñas.
Era una niña y aún escucho su voz mágica emergiendo de las profundidades del recuerdo e inquieta miro hacia el cielo buscando el titilar de las estrellas que semejan el latido cósmico universal.
AUTORA: Estela Couvert Tronco
EDAD: 63
PAÍS: México
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