En una vieja taberna de una callejuela, en algún lugar sobre la faz de la tierra, a la sazón de una tarde tan fría como lluviosa, dos hombres degustaban vino y rosquillas. Uno de ellos preguntó:
-¿En qué andas metido ahora, Mark?
-Todavía no tiene título, Edmundo, pero se trata de chiquillos. De una aventura en las márgenes del río Misisipí: un chico, huérfano y despabilado como él solo, que ha sido adoptado por una tía, tan bondadosa como estricta; pero que para el niño resulta de lo más desagradable, y de allí nace su rebeldía y espíritu aventurero.
Edmundo De Amicis bebió un trago de su jarra de vino y comentó:
-Hombre, parece interesante, y mira tú lo que son las cosas, yo también ando escudriñando en eso de los muchachos. Tengo muy avanzado un proyecto, pensando en un niño de 10 años de edad, cuyo nombre será Enrique, a partir de su tercer grado en la escuela municipal de Turín. Pretendo que el chico narre, a través de un Diario, su vida escolar y también familiar. Pienso que debe empezar con el primer día de clases, describiendo a sus maestros y compañeros.
Mark Twain, que no ha dejado escapar una sola palabra, encendió pacientemente su pipa y comentó:
-Suena bien tu proyecto, pero nada que ver con el mío. Porque mi chico –al que llamaré Tom- si algo detesta es la escuela y lo menos que podría ocurrírsele sería escribir un diario sobre ese tema.
-Me hago cargo, -apuntó De Amicis- recuerdo que alguna vez me platicaste sobre tu infancia en un puerto del río Misisipí. Así que supongo que allí se inspira tu historia, y desde luego que tendrás elementos de sobra para realizar un libro de lo más interesante; pero mi proyecto es totalmente opuesto, nada tiene que ver con un niño vago y aventurero, todo lo contrario, en mi obra resaltan los valores morales y el amor a los padres y los maestros.
-Vaya pues, ¿creerás que ya se me estaba ocurriendo que nos podríamos asociar?, es decir, armar una especie de pandilla donde tus chicos y los míos harían de las suyas entre la escuela, el río y toda la parentela. Mira, mi Tom cuenta con un amigo íntimo llamado Huckleberry Finn, hijo de un paria, un borracho que…
-Hey, hey, párale mi querido Mark, de dónde se te ocurre que yo permita que mis personajes se asocien con esa ralea. Para que te enteres, mi Enrique será ferviente admirador de un compañero llamado Deroso, que es el más aplicado de la clase, y también habrá un gran cariño por otro muchacho –al que llamaré Garrón-, que es un dechado de bondad y amor por sus compañeros. Si lo que quieres es armar camorra con personajes de la calaña de Tom y Huck, pues te recomiendo que busques a Carlos. Me parece que él está metido también con una historia de chiquillos, un tal Oliver, un chico que nació en un hospicio y termina educándose entre bandidos y mal vivientes.
-¡Oye Edmundo, sin faltar eh!, ¿acaso crees que no estoy al tanto de la obra de Dickens? Sé perfectamente que su libro, Oliver Twist, está en circulación desde hace muchos años y nada tiene qué hacer en esta discusión.
-Bueno, bueno, Mark, no te enojes, tampoco es para tanto, simplemente estaba bromeando. Mejor ahí la dejamos, yo me quedo con la escuela de Turín y tú arréglate con esa pandilla de maleantes y su río favorito. A ver de qué cuero salen más correas, y será el tiempo quien se encargue de valorar y juzgar cada obra.
-Arrivederci mio caro amico
-So long my dear friend
AUTOR: Julián Osante y López
PAÍS: México
Edad: 71 años